domingo, 28 de julio de 2013

Tienes una invitación a mi vida,
a mi alma,
fíjate bien qué harás con ella,
puedes olvidar que la recibiste
o puedes ponerte tu mejor traje y asistir.

Si no asistes,
trata de responder a la invitación diciendo que la dirección es inválida
o que no te apetece ir,
andas enfermo o que ese tipo de invitaciones dejaron de ser tus favoritas.
Si asistes,
por favor,
ve con tu mejor sonrisa y ánimo,
al final es lo único que necesitarás.

Cuando entres,
procura no hacer tanto ruido,
por mala suerte tu presencia podría despertar mi pasado,
aunque esté en coma desde hace mucho tiempo.
Recorre el lugar con la mirada,
graba en tu mente cada espacio de él.
Camina despacio, no quiero que te caigas y rompas algo,
un jarrón, un espejo, mi corazón...
En mi mano derecha encontrarás un mapa,
por si temes perderte, si gustas puedo ayudarte y llevarte a cada sitio.
A mano derecha están mis viejos recuerdos,
en esa habitación bajo llave,
a veces entro, pero tanto polvo me da alergia y vuelvo a salir,
en la habitación de al lado están los nuevos recuerdos,
de hecho, está una foto tuya, un beso y un abrazo,
creo que también una noche de lluvia y una llamada.
Sigue derecho y cruza a mano izquierda,
aunque yo tú no iría muy a fondo,
hay un par de fantasmas que merodean de vez en cuando,
no aceptan que deben irse,
pero para mi felicidad he aprendido a vivir con ellos.
Hagamos una parada,
te invito una taza de café.

Continuemos,
subiendo esas caleras tengo parches, hilos y agujas,
a veces las necesito para remendar ciertas cosas,
para remendar daños, daños,
hechos por personas que posiblemente también tenían remaches en su vida
y no podían vivir con ello sin lastimar a alguien más,
como si en el mundo fuesen los únicos que han sentido dolor,
deseo que estén bien.

En esta habitación a la izquierda están mis virtudes,
más que una habitación es una caja fuerte,
debo mantenerlas así,
en el exterior pero con precaución,
aun conservo un poco de paciencia,
aunque parezca increíble.

Así como en esa habitación,
en esta tengo mis debilidades
y en esta otra todos mis miedos,
aunque te parezca tonto,
esas grietas en la puerta fueron hechas por ellos mismos,
son muchos,
evito entrar ahí,
realmente me asustan.

Subamos al segundo piso,
en él me siento más segura.
En esta pequeña habitación hay paz para esos días de tormenta,
Más adelante están mis metas y triunfos,
es una bonita habitación,
me recuerda constantemente lo que soy y lo que quiero.
Unas tantas más allá está mi fuerza
y la más importante, se llama Yo misma,
ella siempre me trae a mi cuando me siento vulnerable o perdida.
Básicamente esto soy, te invito una copa de vino.

Este es mi balcón,
podría decir que es como un drenaje,
desde aquí observo todo,
desde aquí todos me observan,
desde aquí puedes notar como brillo,
estoy triste, feliz u opaca,
es la ventana del alma.

Aún tengo libre una habitación,
la decoré para ti,
dejaré una llave sobre esta mesa por si decides quedarte,
por ahora, tengo la cena lista.

Heyzel Fernández

miércoles, 24 de julio de 2013

Ebria melancolía.

Serví medio vaso de ron,
para la ocasión quedaba al final un poco suave,
probablemente un vaso de agua hubiese resultado un tanto más fuerte y embriagador,
hubiese desatado el nudo de mi garganta,
me hubiese hecho dormir plácidamente,
pensé en eso un instante,
pero para ser sincera fue una idea lo bastante inútil,
como si desatar un nudo en la garganta fuese cuestión de tomar un vaso de agua.

Tomé el primer trago,
me tragué tu sumisa sonrisa,
recordé como en ella hallaba colores inimaginables,
brillantes, pero ahora sólo eran opacos.

El segundo trago,
sentí como penetraba el calor de tu mirada en mi,
sentí como lograba elevarme a todas partes con sólo verme,
con sólo cruzar con ella,
sentí como me desnudaba,
me hacía suya, me quería.

Un tercer trago,
degusté tus labios en él,
ese roce antes de un beso,
mordí mis labios para traerte a través de mi,
un ligero escalofrío me envolvió,
recordé a tu boca recorriendo mi cuerpo,
creando un camino,
dibujando un mapa,
juró haber sentido como mi garganta pedía a gritos ayuda.

Un cuarto trago recreó tus caricias,
¡vaya! tus caricias...
Tus manos conociendo mi piel,
recorriendo mi vida, mi alma, mi cuerpo.

Un quinto trago hizo interferencia en el cuarto,
irrumpió en mis pensamientos,
y me dijo que no olvidara los instantes donde hacíamos nuestro propio amor,
el nudo se rompió,
mi rostro se empapó,
la habitación me quedó grande,
me sentí diminuta,
entendí cuanto te extrañaba.

Un sexto y séptimo trago rebobinó esa cinta que creía guardada.
El vaso parecía un pozo sin fondo, un nunca acabar.

Te visualice hablándome,
reír como siempre,
te vi viniendo a mi mientras me abrigabas en tus brazos,
te vi ahí,
quieto,
como al despertar cada mañana
cuando apenas abrías los ojos y te llenaba de un "buenos días"
y recordaba cuanto te quería,
ahí, justo ahí,
como si siguieras aquí, conmigo, a mi lado.



Heyzel Fernández

martes, 23 de julio de 2013

Se bajó del tren donde había subido tantas veces,
para ella sólo fue un déjà vu,
mientras una lágrima brillaba en su mejilla sus manos temblaban,
sus pesadas maletas llenas de pesares lo notaron al instante.

Se sentó en un pequeño banco de espera,
vio una pequeña frase que había escrito hacía un largo tiempo atrás,
ya algo olvidada y cansada,
pero seguía ahí,
en el mismo banco de espera que la había sostenido un par de veces.

Las maletas yacían a un lado,
les dio una mirada despectiva como si ahora le estorbaran
o como si en ellas estuviesen los recuerdos más miserables con los que jamas quisiera cargar nuevamente.

Sus manos se encontraron nerviosas,
miró a los lados como buscando vida en ese momento,
más lagrimas brotaron de sus ojos,
las bebió cuando llegaban a sus labios,
y sintió lo salado de ellas,
de todo.

Abrazo sus dedos otra vez,
unos con otros,
sus piernas se movían ansiosas,
la brisa soplaba.

Intentó hablar,
las palabras estaban mudas,
dormidas,
ebrias de amargura,
drogadas de olvido.

Suspiró.

- He estado más veces aquí de las que creo,
me conozco de memoria esta estación,
recuerdo esa tonta frase que escribí y olvidé,
aunque sé perfectamente eso,
quiero correr tras el tren y subir nuevamente. - Sonrió entre lagrimas.

- Las metáforas que parecen colores en este gris dibujo. -

- Un golpe, tan fuerte que te deja sin aire,
que te nubla la vista,
que hace que llueva y haya tormenta por días incontables,
días que parecen años,
años como siglos.
Me caí y me rompí los labios. -

- Flotar mientras estás pegada al suelo,
nada logra llenar el vacío, una y otra vez,
tantas veces y sigo volviendo al mismo lugar,
con el corazón roto,
las ganas de amar con grietas y las lagrimas un poco más pesadas que la última vez,
si no me salvo de esta,
no me salvo de ninguna,
quizás camino y me va mejor,
quizás camino en círculos y vuelvo al mismo lugar,
 al mismo lugar, al mismo lugar. -

La brisa soplaba con más fuerza.

 - Tantas caras, tantos besos,
tantas caricias, tanto que ya no me queda nada,
nunca tuve nada,
me romperé los labios otra vez.
por besar sus palabras,
abrazar sus pensamientos,
hacerle el amor a sus suspiros. - El tren se escuchaba a lo lejos.

Ella se puso de pie.
El tren llegó y subió en él,
sin nada,
sólo ella y su reserva de amor.


"Y aquí estoy, con el corazón en las manos pero latiendo porque aun tiene ganas de amar."

Heyzel Fernández

sábado, 13 de julio de 2013

Lo peor es pensar que algo pueda ser para toda la vida...

Nunca vemos más allá de lo que sentimos, 
nos hacemos esclavos únicamente de lo que queremos, 
sin saber que tras eso hay un ciclo que finaliza 
o si corres con "suerte" continua sin parar, 
lo que al final termina siendo tortuoso, 
tan adictivo que te amarga, 
pero si corres con "suerte" puede resultar siendo estupendo, 
cabe destacar que la "suerte",
es una palabra que hemos creado para darle algo de entusiasmo a nuestros logros, 
es como "fe" o "Dios", 
con el perdón de los religiosos. 

Cuando solemos querer algo para toda la vida, 
ese algo siempre se fija en esa persona que nos hace feliz 
y nos acelera el corazón con solo verla, 
no escapa de la realidad, 
todo se basa en los sentimientos, 
unos más fuertes que otros, 
pero al final terminan siendo harina del mismo costal. 

La vida tiene sus propias leyes,
una de esas es la muerte, 
Morir es tan natural como hacer el amor, 
como tomar un café en la mañana para los que poseen la costumbre, 
tan natural como dormir y tener responsabilidades. 

Nada es para siempre, 
ni esa canción que decimos que es "nuestra favorita", 
el desprenderse de las cosas, 
de las personas no debería ser tan difícil, 
al contrario, 
nacimos completamente solos, 
no poseemos nada, 
pero nos hacemos al final tan esclavos de todo 
que nos aterra la idea de dejarlo ir.

El ciclo hace parte de la vida, hay que aceptarlo, es ley de vida. 


Heyzel Fernández