sábado, 7 de septiembre de 2013

El despertador no sonó esta vez debido a que no estabas, 
me levanté con la amarga sensación de tu ausencia en el lado izquierdo de la cama, 
no hubo "buenos días" ni ese beso particular de desayuno, 
faltaron varias caricias 
y el abrazo que me obligaba a pasar 10 minutos más entre las sábanas. 

Los rayos de sol me recordaron que ya no estabas, 
ni volverás a estar, 
sonreí, no tenía más remedio. 

Me levanté como pude, 
sentí como dejaba mis energías en la almohada, 
como dejaba lo poco que me quedaba de ti en la cama, 
pesaba, dolía. 

El espejo me dijo que tenía ojeras imborrables, 
sólo mencionó las ojeras, 
al parecer no quería entrar en detalles. 

Hay heridas internas imborrables, 
recuerdos realmente imborrables, 
hay ausencias, como la tuya, 
tan imborrables como tus huellas en mi piel, 
lo pensé, pero sólo hundí mi rostro en mis manos, 
necesitaba realmente despertar, 
pero fue inútil, 
seguía en un sueño profundo aunque mi cuerpo se movía de un lado a otro. 

El café estaba agrío, 
aunque sin darme cuenta eché más de dos cucharadas rebosadas de azúcar, 
el último cigarrillo de la caja, 
cómo si fuese posible tanta suerte, 
de alguna manera tengo que justificar mi mala memoria 
y la palabra "suerte" siempre ayuda. 

Mi mala memoria es tan selectiva
como los comentarios de mi espejo cada mañana, 
no lo sé, pero faltabas tú, 
fue lo único que supe en ese momento. 

No hubo desayuno esa mañana, 
no hubo almuerzo, no hubo cena, 
no hubo poesía, 
no hubo música, 
no hubo una llamada, no hubo... 
Nada. 

Sentía como todo a mi alrededor se quejaba, 
intenté ignorar cada detalle, 
pero era imposible, 
hasta el más mínimo recoveco sabía que no estabas, 
me drogué con oxígeno, 
me embriagué con soledad, 
créeme, 
esta ausencia de ti me llevará tiempo ordenarla, 
buscarle un lugar estable, 
buscar la manera que no estorbe en mi habitación ni en ningún otro lugar, 
llevará tiempo, 
no sé cuanto, 
pero llevará tiempo.