jueves, 24 de abril de 2014

Qué iban a saber los poetas de amor, si ni siquiera sabían que existías.

Qué hubiese sido de la poesía si hubiese nacido en ti,
aunque a estas alturas he empezado a creer que el antes y después de ti existe.
Me quedo con el después, no me cabe la menor duda.

Es que cada vez que sonríes, creas poesía.
Cada vez que me miras, endulzas cada partícula de mi piel.

Qué después tan merecido tuvo la poesía contigo que por donde pasas siempre es primavera,
que siempre sale el sol primero en tus labios que en los del resto,
que tus manos no tienen nada que envidiarle a la brisa cuando de acariciarme se trata,
que el amor se reinvento contigo y no para,
que eres, porque sí.

Qué piernas tan perfectas que llevas contigo y conmigo, entre las mías.
Y es que razón tenía Benedetti al decir: "qué buen insomnio si me desvelo sobre tu cuerpo".
Si fuese gato, sería capaz de acabarme las siete vidas e inventarme siete más, sólo para morir las veces que fuesen necesarias en la curva de tus labios.
Qué envidia la mía, que suerte la de los gatos.

Quererte en un poema, sería un total egoísmo de mi parte.
Te quiero en todos los poemas de mi vida, es que ahora la poesía, contigo, tiene sentido,
dijo un poeta en medio de una justificación absurda,
sólo para admitir,
que musa como tú no encontraría nunca.

Qué después tan merecido tuvo la poesía contigo.





Guíame.
Úsame, como quieras, cuando quieras, para lo que quieras.
Imagina tu vida conmigo, porque yo ya la imaginaba contigo incluso antes de conocerte.
Lame cada herida, sé que no hay mejor cura que la que viene de tu boca.
Léeme cada noche, y no sólo un libro.
Enamórame, aunque ya lo esté irremediablemente.
Razona menos, ámame más.
Mina mi cuerpo de caricias y besos, de recuerdos.
Oriéntame, son demasiados lunares en tu espalda como para caminarlos sola.


Tarde 21 años en llegar a tu vida, pero mira que mereció la pena.